MALAS O ROSARIOS BUDISTAS
La palabra rosario significa literalmente “jardín de rosas”, el nombre dado por los místicos cristianos del siglo XIII a una secuencia de oraciones, contadas con una serie de abalorios y dirigidas a la Virgen María como la Rosa del Cielo.
Pero los abalorios para rezar se emplearon mucho tiempo antes en la India, y con un simbolismo más específico. Los cincuenta abalorios del rosario hindú son el número de letras en el alfabeto sánscrito y el rosario está vinculado con el poder creativo del sonido y en particular con Brahma y su consorte Sarasvati, así como con Siva.
En el budismo, los abalorios son 108 (12x 9), número que hace referencia a los 108 brahamanes que estuvieron presentes en el nacimiento de Buda. El círculo de abalorios simboliza la rueda de la vida y el tiempo.
Como dato curioso, en introducción a la novela titulada “Comer, rezar, amar”, la escritora Elizabeth Gilbert relata que durante su viaje a la India observó en diferentes lugares sagrados, a mucha gente llevando abalorios colgados al cuello o collares de cuentas conocidos como japa malas. Agrega que tanto hinduistas como budistas devotos los han usado durante siglos para mantenerse concentrados durante sus meditaciones religiosas. El collar se sostiene en la mano y se toca una cuenta cada vez que se repite un mantra.
Según Gilbert, en los círculos esotéricos más profundos de la filosofía oriental el número 108 se considera el más afortunado, un perfecto dígito de tres cifras, múltiplo de tres y cuyos componentes suman nueve, que es tres veces tres. Y tres, por supuesto, es el número que representa el supremo equilibrio o la Trinidad.
Además, todo japa mala tiene un abalorio de más, un abalorio especial —el número 109— que queda fuera del círculo equilibrado que forman los otros 108, colgando como un amuleto. Es la cuenta para hacer una pausa y agradecer a los maestros de luz que nos han guiado durante la vida.
Estas malas son un instrumento muy importante en el budismo, ya que a través de la repetición de los mantras, podemos practicar el amor a todos los seres sensibles, mostrar arrepentimiento por las faltas cometidas y pedir por el bienestar de otros. Es como si uno dedicara todo lo bueno que tiene en su interior al universo entero.
Las oraciones budistas se dedican siempre a la humanidad y después se concretan en una persona que es la que necesita en ese momento algo de energía positiva, de ayuda o de la misericordia budista.
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