KARMA
“Toda acción genera una reacción igual, pero en sentido opuesto”
El científico inglés Isaac Newton estableció las leyes de la física referidas al movimiento del mundo material, pero estos axiomas guardan un asombroso paralelismo respecto a la forma en que se mueve el mundo espiritual.
El karma es una idea proveniente de las religiones y filosofías que conciben la existencia como una serie de sucesiones que el alma realiza a través de diferentes cuerpos físicos. Proviene de un concepto circular y no lineal de la vida, en la cual la reencarnación juega un papel central.
El karma, junto con el samsara y el nirvana, es uno de los términos que explica el concepto de reencarnación en el Budismo. Es una palabra muy común en el habla coloquial y que suele usarse –a veces de forma sarcástica- para señalar si alguien merece que le vaya bien o le vaya mal en determinada situación.
Se cree que el karma influye en aspectos como la autoestima, la inteligencia, la longevidad, la salud o el nivel social. Buda aseguraba que dependiendo de cada karma uno podría reencarnarse en persona, animal, fantasma e incluso en algunos dioses hindúes.
Sin embargo, el concepto de karma es mucho más complejo y profundo. De una forma simple puede definirse como las consecuencias que acarrean nuestras acciones, es decir, como la ley de la causa y efecto.
Cualquier acción, aunque la veamos pequeña o insignificante, tiene una consecuencia. Por ejemplo, cuando se lanza una piedra al aire, ésta puede caer sobre el suelo, hundirse en el agua o chocar contra un objeto, entre otras muchas opciones. Es obvio que no se quedará suspendida por siempre en el aire sin encontrarse con nada. Pues así ocurre con todas nuestras acciones. De alguna forma todas dejan una huella.
En el budismo nosotros somos los que recibimos directa o indirectamente esa respuesta a nuestras acciones Y cada reencarnación es una consecuencia de la anterior vida, de lo que hicimos en ella. La ley del karma asegura: “Tú eres lo que eres y lo que haces, como resultado de lo que fuiste e hiciste en una reencarnación anterior, lo cual a su vez fue el resultado inevitable de lo que fuiste e hiciste en reencarnaciones anteriores”.
De este modo, el karma es la forma en que el pasado influye en nuestras acciones, pero también el modo en que las acciones que llevamos a cabo ahora puedan repercutir en nuestro futuro. Aunque no necesariamente esto signifique que los padecimientos de esta vida se deben a las malas conductas de la anterior.
El karma no es un castigo: no se pagan penas por los actos cometidos ni se reciben recompensas por las buenas acciones. Volviendo al ejemplo de la piedra, si ésta cayera sobre un lago, crearía ondulaciones en el agua. Estas ondulaciones no son en sí ni malas ni buenas, simplemente son una consecuencia lógica de haber lanzado un objeto al agua. Nosotros viviríamos esas ondulaciones como resultado de haber tirado esa piedra. Si no fuera suficiente en una vida para sentirlas, tendríamos otra vida o las que fueran necesarias para que finalmente dejáramos de notar las consecuencias derivadas de ese acto.
Es muy importante por tanto, comprender que el karma no es un ajuste de cuentas ni tiene ninguna concepción moralista implícita. No hay concepto de pecado ni de castigo en el budismo. Siguiendo estos preceptos básicos, los seres humanos realizan actos que implican bien o mal para su crecimiento interior. De hecho, lo que a uno le puede resultar beneficioso, puede ser perjudicial para otro.
Esto no implica que las personas no sean libres y que estén siempre sujetas y condicionadas a los vaivenes de este karma. Con sus acciones, cada persona genera karma nuevo. No se trata de una tendencia inamovible, sino de algo en permanente movimiento, que se va regenerando con cada acción. El karma va a cambiar según las acciones que se realicen durante la vida.
El karma no es el destino, simplemente es la consecuencia de lo que se ha hecho o de lo que se está haciendo. No es inamovible, porque también podemos decidir reaccionar ante él de una forma u otra, siendo ésta una decisión completamente libre.
También existe el karma colectivo, que no es algo incontrolable, sino la suma de las acciones de la humanidad. También existen karmas para comunidades concretas que suponen determinada actitud de sus miembros. Pero a diferencia del pecado original del cristianismo, sí es posible “modificar” nuestro karma gracias a nuestras propias acciones, ya que el budismo no considera que las acciones sean buenas o malas en sí mismas, solo suceden.
Otro principio importante es que el karma no se puede cambiar solo porque así lo queramos. No se puede orar ni pedir a nadie que interceda para cambiarlo. No hay nada que se pueda hacer para conseguir modificarlo una vez que realizamos una acción. Es una ley moral universal que no es buena ni mala, simplemente está ahí para que el cosmos tenga equilibrio.
Ya lo dijo Isaac Newton en su tercera ley: el principio de acción y reacción es inherente a la forma en que se mueven los objetos en magnitud y proporción. Por eso, seamos cautos y sabios con lo que hacemos, hablamos o pensamos, y solo así nuestro karma será siempre un círculo virtuoso en esta y en las próximas vidas.
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