EL LLAMADO DE LA CAMPANA TIBETANA
En muchas religiones, el sonido de una campana se considera la voz divina que proclama la verdad, en especial de mensajes budistas, hindúes, islámicos y cristianos.
Su sonido era una repercusión del poder de la deidad en el pensamiento islámico e hindú, y de armonía cósmica en China, donde la campana representaba el respeto, la obediencia, y (por asociación fonética), la capacidad de pasar pruebas difíciles. Las campanas son una llamada al culto y, en el Tíbet, sirven como medio para oír y obedecer las leyes del Buda.
Por lo general, se percibe la campana como un principio pasivo y femenino. Su forma es un enlace con la bóveda celeste, su badajo simboliza la lengua del predicador. Se le consideraba ampliamente como protectora, alejando o exorcizando el mal.
En forma más general, la campana marca el paso del tiempo, proclama buenas noticias, como bodas o victorias, advierte de peligros, y, ya que tañe por los muertos, puede simbolizar la mortalidad –o la inmortalidad- humana.
La campana tibetana es un instrumento ritual que simboliza el saber, la compasión y la sabiduría, cualidades que conducen al estado perfecto del Buda y a la iluminación.
Su sonido nos ayuda a alcanzar la armonía interior, nos revitaliza y llena de energía. Produce un efecto benéfico y placentero en el oyente, algo que se recordará siempre.
Se sabe que estas campanas han sido usadas por cientos de años por los monjes tibetanos, quienes las fabricaban usando una aleación de 7 metales. Su vibración particular se logra cuando se le roza suave pero firmemente con un cilindro de madera.
La campana tibetana propicia la meditación y ayuda a lograr estados elevados de mente y conciencia. Sus sonidos no sólo se oyen físicamente a través del oído, sino que sus vibraciones se perciben en toda la superficie corporal, sobre todo en las partes más sensibles, y penetran sin dañar en el interior del cuerpo, hasta la estructura molecular, “masajeándonos” y armonizándonos espiritualmente.
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