¿QUÉ ES ZEN?

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¿QUÉ ES ZEN?

Zen es una palabra que se ha hecho popular durante los últimos años en los países de Occidente. Este término se aplica a la arquitectura, la decoración, la jardinería, el paisajismo, la alimentación, el arte o la música, y por supuesto en la meditación y las artes marciales. Muchos hemos oído hablar de la ceremonia del té o de cuidar un jardín Zen para relajarnos.

¿Pero qué significa hoy en día una forma de pensamiento que surgió hace tantos siglos en tierras tan lejanas a las nuestras?

El Zen nace dentro del budismo. Es una mezcla de de filosofías y religiones de tres países diferentes: India, Japón y China. Cada una aporta una visión complementaria: el misticismo hindú, la dedicación a la naturaleza del taoísmo y el pragmatismo confucionista.

El Zen es una mezcla del budismo con el taoísmo y con el yoga. Se desarrolló en un inicio en China y más tarde acabó de perfeccionarse en Japón. De hecho,  Zen y Chan son las formas japonesa y china de pronunciar el término sánscrito dhyana, que  designa un estado mental parecido al de la contemplación o la meditación. Integra todas las aportaciones del confucionismo, el shintoísmo y el taoísmo, sin perder su carácter budista

El Yoga fue empleado por Buda para alcanzar su revelación, pero no lo consiguió. Abandonó el ascetismo y se concentró en la postura de zazen (o la postura del loto) y consiguió alcanzar la iluminación. Esta posición es la vuelta a la condición normal del cuerpo y del espíritu. De la fusión de estas dos doctrinas aparece el Zen.

Entonces, ¿cómo definirlo? Armonía, equilibrio, simplicidad, una forma de ver la vida y de entender el mundo. Zen: libertad de conciencia e intuición, antes que religión o filosofía, es una cosmovisión.

El Zen se ha definido como la disciplina de la iluminación. Y ese es su único objetivo. Sus seguidores no teorizan sobre el origen del mundo ni el final del mismo. No es necesario recitar sutras ni dedicar horas y horas a una estricta meditación. No hay textos sagrados ni deidades. No separa lo divino de lo humano, sino que convierte cada acción humana en una forma de trascender, y por tanto, de encontrar esa iluminación.

El Zen tienen la capacidad de integrarse a la vida cotidiana y no quedar circunscrito a un templo o lugar. Por influencia del taoísmo, las cosas deben ocurrir de forma natural, en la cotidianidad más absoluta, a pesar de su profundo misticismo y ello lo ha hecho exitoso en el mundo occidental: para seguir el Zen no es necesario renunciar a todo. Se puede vivir el día a día de forma mística para conseguir la paz de espíritu.

El Zen no explica por qué estamos aquí ni hacia adónde vamos. No existe una teoría cosmogónica del universo. Alcanzar la iluminación no es necesario por ninguna razón más que porque es el mejor estado en el que se puede encontrar el ser humano. Es la búsqueda de la espiritualidad por la espiritualidad, sin que en ningún momento tenga que justificarse con nada más. Esto que parece tan sencillo, paradójicamente puede volverse muy complicado.

Por eso, el Zen se transmite de generación en generación a través de las enseñanzas del maestro hacia el alumno. Estas vienen en su mayoría en forma de fábulas, cuentos y parábolas, para que el estudiante saque sus propias conclusiones, para que él mismo se ilumine hacia el entendimiento, ya que lo místico es más importante que lo intelectual.

Así que la próxima vez que contemple un atardecer, sienta la suave brisa del viento, sea testigo del crecimiento de una planta, se cobije bajo la sombra de un árbol, se refresque con una llovizna o acaricie con amor a un animalito, y si ello lo hace sentir pleno y en paz, sepa entonces que estará practicando el budismo Zen sin siquiera proponérselo.

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