EL ARTE DE TALLAR EL JADE
El jade es la piedra más importante de la cultura china y la forma extraordinaria en que ha sido tallada por artistas y artesanos desde hace siglos nos llena de profunda admiración. Los hallazgos arqueológicos muestran exquisitos y delicados ornamentos, así como joyas de intrincados detalles, que acompañaron uno a uno a los emperadores desde la antigüedad y hasta la era moderna.
Pero, ¿cómo se tallaban minuciosamente estas piezas en ausencia de herramientas y máquinas como las que existen hoy en día?
Dentro de las artes manuales más complejas de la historia se encuentra la lapidaria, es decir, el arte de labrar piedras preciosas. En China, esta actividad se practicó utilizando jade (el material más antiguo y más complejo de la tradición lapidaria china) y otras piedras decorativas –de mayor o menor dureza-: cristal de roca, amatista, calcedonia, jaspe, cuarzo rosa, cornalina, turquesa, lapislázuli, serpentina, malaquita, ámbar y coral.
Habilidosos artistas ejecutaban su trabajo valiéndose no sólo de su talento, sino de años de aprendizaje y experiencia, más que de herramientas o accesorios muy elaborados. Las dificultades de ejecución eran mayores al tratarse de pequeños objetos llenos de texturas y simbolismos de la mitología oriental: dragones, aves, flores, círculos, figura humana, cilindros, ideogramas, dioses, seres mitológicos y más.
Antes del siglo XVIII, se utilizaban herramientas relativamente simples, que le tomaban al maestro tallador mucho tiempo y esfuerzo para terminar una sola pieza. Sin embargo, con la llegada del emperador Qianlong, a partir de 1736, el arte chino experimentó un renacimiento que, en el caso del jade tallado, encontró una mayor expresión en una técnica más flexible e intrincada.
El advenimiento de este impulso artístico hacia un trabajo más elaborado en el tallado de jade puso en evidenciaque hasta entonces, los artesanos lapidarios usaban formas muy rudimentarias del taladro rotativo, probablemente ayudado y complementado por el trabajo de herramientas básicas de incisión para grabar líneas y contornos, tal y como se acostumbraba en la talla de otras piedras duras.
En general, el bloque de jade se cortaba en “rodajas” mediante un alambre de hierro de lado a lado, y se añadían diferentes abrasivos mezclados con agua. Un disco circular de metal, rotado en direcciones alternas por pedales de pie y también impregnado con abrasivo, se usaba para dar forma primaria a la pieza, de la misma manera que un dibujante usaría un carboncillo para delinear un incipiente contorno.
El diseño en relieve y la socavación necesaria se ejecutaban con ruedas de varios tamaños y grosores, todas operadas por un simple dispositivo de una banda ancha que pasaba sobre el eje de una rueda de corte y era arrastrada hacia atrás y hacia adelante por la presión de los pies en los pedales.
Una vez cortado la forma base del diseño, el mismo dispositivo servía para hacer rotar las herramientas de pulido: discos hechos de madera de grano fino, cáscaras secas de calabazas, o cuero de buey enrollado en estrechos pero gruesos cilindros. En ocasiones, se usaba un poco de polvo de rubí para el acabado final.
Algunos de los más intrincados patrones de trabajo que caracterizaron a muchos de los colgantes y adornos posteriores al siglo XVIII, se lograron mediante innumerables agujeros perforados a través de las delgadas placas de jade en las esquinas del diseño mediante el uso de taladros de diamante operados por una cuerda de lazo envuelta. Los agujeros hechos de esta manera estaban conectados por cortes hechos con sierras de alambre, que cortaban cuidadosamente la pieza representada por la abertura.
En el caso de las piezas huecas por dentro (como botellas miniaturas) o cuentas tubulares (las usadas en collares), por ejemplo, el agujero interno siempre se cortaba antes que la superficie exterior, por medio de un taladro tubular, que se giraba con una cuerda de arco a la profundidad necesaria.
Luego, pequeñas ruedas insertadas a través del hueco, gradualmente desarrollaban la forma de la superficie interior. Algunos de los contornos de estas superficies interiores no eran nada simples: presentaban la misma complejidad de diseño que en su parte exterior.
Son diseños que siguen desconcertando y fascinando a los historiadores del arte, pues cuesta imaginar como una sencilla herramienta giratoria podría haberlo realizado. La superficie externa de estas tallas se formaba por sucesivos movimientos de discos rotatorios.
En cuanto a los abrasivos, el lapidario chino utilizó arena amarilla (cuarzo), arena roja (granate), arena negra (esmeril), polvo de joyas (rubí en polvo). Es con este último que se lograba el pulido semifinal, adquiriendo la textura final gracias a años de frotamiento en las manos, según la talla iba pasando de generación en generación, o de dueño a dueño.
Estas son las líneas generales de los métodos usados por los talladores de jade desde la antigüedad. Puede sonar algo simple y mecánico, pero el secreto de la delicadeza de cada jade terminado radica en el tiempo y la habilidad del tallador para lograr transformar una roca opaca en bruto en una obra de arte, suave al tacto y hermosa a la vista. Un pequeño error en la presión del taladro o un desvío en la dirección del buril, puede destruir horas de esfuerzo y costar mucho dinero. La paciencia, una paciencia casi infinita, es el precio pagado para alcanzar dicha perfección lapidaria.
En la actualidad, las fuentes de material en bruto para el jade chino tallado son tan diversas como el material en sí. Del distrito de Khotan, en el Turquestán Oriental, se extrae la nefrita blanca o casi blanca, cerca del lago Baikal. La jadeíta verde más brillante se obtiene de minas en Yunnan. La jadeíta verde esmeralda más selecta que conocemos como jade imperial se extrae en el distrito de Mogaung, en la parte alta de Birmania.
En China, el trabajo lapidario especializado en talla de jade ha sido continuo desde la dinastía Shang. A principios del siglo XX empezó a acelerarse la extracción de jade de diferentes minas. China se convirtió en uno de los principales exportadores mundiales de piedras semipreciosas a un costo relativamente bajo. Y con ello, también se industrializó el proceso de talla y pulimento de jade y de otras gemas, aunque sin dejar de lado la parte manual final que toda pieza necesita.
Sin embargo, a pesar de que en la actualidad, los talladores de jade cuentan con herramientas, taladros y mecanismos mucho más rápidos y modernos que siglos atrás, la lapidaria continua siendo una actividad mayoritariamente manual, en donde la pericia del artesano es lo que pone sello final a la obra.
Como reflexión final, cabe destacar que las culturas precolombinas mesoamericanas, incluyendo Costa Rica, lograron un elevado grado de técnica de tallado de piedras, incluido el jade. Con métodos rudimentarios, pero aunados a una mezcla de ingenio, fuerza y paciencia, también produjeron verdaderas obras de arte que nos permiten conocer ritos, costumbres e historia de nuestros antepasados. Curiosamente, a pesar de la distancia geográfica, el jade se convirtió en uno de los objetos ceremoniales más emblemáticos de las antiguas culturas de Asia y América.
Síguenos en: