LA PIEDRA LUNAR

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LA PIEDRA LUNAR

Si la luna ha inspirado cientos de poemas, novelas, canciones, enigmas, romances, ceremonias y tantísimas obras de arte, ¿por qué no iba a existir una gema consagrada a la luna?

Claro que sí la hay, y se le ha denominado piedra lunar por su color blanquecino con tenues iridiscencias azuladas, que recuerdan la luminosa y bellísima apariencia nocturna de la luna, en especial durante la fase llena de este cuerpo celeste.

Sin embargo, lo que popularmente se le llama piedra lunar no es una única variedad de piedra como tal. Se les llama piedras lunares a aquellas gemas que poseen un cierto efecto óptico y que pueden encontrarse en feldespatos muy diversos. De ahí que encontremos piedras lunares en muchos colores diferentes y esto puede acarrear algunas confusiones.

Desde el punto de vista de la mineralogía, la piedra lunar es una variedad de la ortoclasa -un silicato de aluminio, sodio y potasio-  del grupo de feldespato. Es quizás la gema de feldespato más conocida. Los feldespatos son comunes en las rocas, pero rara vez con la calidad de una gema semipreciosa.

Está compuesta por dos minerales: ortoclasa y albita. Al principio, los dos minerales se entremezclan. Luego, a medida que el mineral recién formado se enfría, la ortoclasa y la albita intercaladas se separan en capas apiladas y alternas. Su brillo blanco o azul característico es causado por dichas capas de pequeños cristales de albita dentro de la ortoclasa.

La piedra lunar más conocida es de color blanco lechoso con reflejos plateados. Cuando la luz cae entre las capas delgadas que la conforman, se dispersa en muchas direcciones, produciendo el fenómeno llamado adularescencia. La adularescencia es la luz que parece ondear a través de una gema, dando a su superficie un aspecto brillante. Si las capas de albita son pequeñas, tenderá a ser más azulada, y si las capas de albita son más gruesas, tendrá una coloración más blanquecina.

Aunque la mayoría de las piedras lunares son incoloras con un brillo plateado o azulado, algunas variedades pueden ser de color gris, naranja, rosa, amarillo o verde pálido. De su rareza y tonalidad, depende su valor en el mercado.

La dureza varía entre de 6-6.5 en la escala de Mohs. Sin embargo, por su composición en capas superpuestas o planos, requiere de muchísima precisión al momento de tallarla para que no se quiebre.

Entonces, para efectos gemológicos podemos dividir la descripción de la piedra lunar en dos grupos de acuerdo con su coloración y aspecto más comúnmente encontrados en joyería: la piedra lunar adularia (con tonos más azulados) y la piedra lunar albita (con tonos predominantemente blancos).

 

Piedra de luna Adularia

Científicamente la adularia proviene de una asociación micro-ortítica de ortoclasa y albita (con predominio de ortoclasa). Debido a su transparencia ligeramente turbia, las gemas cortadas en cabujón muestran un reflejo móvil, que es más suave y difuso que las piedras similares como el ojo de tigre o el ojo de gato.

La piedra lunar generalmente tiene un fondo casi transparente, que es prácticamente incoloro, gris pálido, lechoso o teñido de amarillo, con un brillo de blanco plateado o azul brillante. Muestra cristales diáfanos incoloros o de tonos claros. Las grietas de escisión incipientes pueden ser visibles dentro de la piedra.

La adularescencia, esa ligera turbidez con una reflexión móvil, es en sí misma distintiva de esta piedra de otras imitaciones sintéticas, que pueden emular el color, más no la capacidad de reflexión característica del mineral.

 

Su nombre se originó en una ciudad de Suiza, cercana al monte Adular (ahora conocido como St. Gotthard) en los Alpes europeos.  Este lugar fue una de las primeras fuentes de piedra de luna de excelente calidad.

La piedra lunar adularia se encuentra también en Sri Lanka, Birmania, India, Australia, Madagascar, Tanzania, Estados Unidos y Brasil. Aunque su valor comercial no es muy alto, aquellas con un reflejo azul son muy apreciadas.

Piedra de luna Albita:

Es un miembro rico en sodio del grupo de feldespato llamado albita, del latín albus, debido a su color blanquecino. Puede llegar a tener una apariencia similar a la piedra lunar adularia si se corta en forma de cabujón. Más aún, en ambos casos, la composición está a medio camino entre la ortoclasa y la albita: la piedra lunar albita puede, de hecho, definirse como una asociación micro-perítica de albita y ortoclasa con un nombre aceptable para las dos gemas.

Su aspecto suele ser brumoso, semitransparente o semi-opaco con un reflejo pálido y brillante, menos definido que el producido por el ojo de gato. Puede ser de color blanco lechoso o amarillo opaco, gris amarillento o gris verdoso. Casi siempre se corta en cabujón, aunque las piezas curvas también se cortan como cuentas de collar o colgantes.

Los destellos que produce la albita también se les conocen como adularescencia. Este rasgo también lo presenta la piedra lunar adularia, pero las dos se distinguen por su densidad, que es más alta (de aproximadamente (2.52 a 2.65 g / cm3) en la piedra lunar albita. Los índices de refracción, que siempre son difíciles de establecer en las piedras curvas, son ligeramente más altos que los de ortoclasa. La coloración amarillenta o marrón claro de algunos especímenes también la distingue de la piedra lunar de adularia.

La albita proviene principalmente de Canadá y Kenia, pero también se ha extraído en India y Sri Lanka. En los dos últimos países, sin embargo, se confunde con la variedad similar de ortoclasa.

 

Propiedades energéticas

Las culturas antiguas apreciaban muchísimo la piedra lunar e imaginaban orígenes y atributos tan espectaculares como la piedra misma. La adularescencia de la gema les recordaba el brillo de la luna a través de las nubes y esto hizo que se le asignaran cualidades místicas de poder y sanación.

Según la mitología hindú, la piedra lunar está hecha de rayos lunares solidificados. Si ésta se colocaba sobre el cuerpo, era posible visualizar el futuro. Por eso era considerada la piedra de las profecías. Si se deseaban atributos de belleza, se veneraba a una diosa de cuatro brazos con una piedra lunar en la frente.

Los griegos le otorgaron el nombre de  “Selenita”, que significa precisamente “luna”, el nombre que también corresponde a su diosa de lunar. La piedra fue especialmente apreciada durante la luna llena, pues se creía que traía a su portador buena suerte y sentimientos de amor y afecto.

Otra civilización que asoció esta gema con la luz de la luna fueron romanos, quienes pensaban que la piedra lunar se formaba de las gotas de luz de luna. En la antigua Roma se creía que esta piedra cambiaba su aspecto de acuerdo a las fases de la luna, lo que permitía que algunas personas vislumbraran la imagen de la diosa Diana, la Diosa de la Luna, dadora de amor, riqueza, victorias y sabiduría.

En algunos países árabes se pensaba que propiciaba la fertilidad en las mujeres, probablemente por la relación de las fases lunares con los ciclos menstruales. También por ello es posible que la piedra lunar se la relacionara con el romance, la feminidad, la intuición, los sueños, las emociones y el amor.

En la Edad media, la gente creía que el cosmos se reflejaba en las piedras de luna. En Europa se pensaba que reconciliaba a los amantes alejados y curaba el insomnio. Se le consideraba la piedra protectora de los viajeros, capaz de despejar la mente, mejorar la toma de decisiones, y de aplacar la ira.

Rituales wiccanos y celtas utilizaron la piedra lunar como parte de sus elementos ceremoniales. Su poder dependía  de en qué fase de la luna se usara.

En astrología, la piedra lunar es una piedra curativa que se ha relacionado con el agua, quizás por el efecto que produce la luna en las mareas. Es la gema de los nuevos comienzos, debido a que se renueva en cada una de sus fases.

Algunas de las propiedades energéticas asociadas con esta piedra incluyen: mejorar la intuición, aliviar los miedos asociados a los cambios, equilibrar las emociones, promover un estado de ánimo tranquilo, alentar la paz y la armonía, mejorar la confianza y la pasión, así como eliminar todas las impurezas mentales.

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