PIEDRAS QUE NO SON PIEDRAS

Nuestro Sitio web

PIEDRAS QUE NO SON PIEDRAS

Primera parte

¿A qué nos referimos con piedras que no son piedras?

A primera vista parece una contradicción, pero lo cierto es que en el habla coloquial con frecuencia le damos el calificativo de piedras a materiales que no provienen del reino mineral, y cuyo origen es orgánico. Tendemos a pensar que cualquier accesorio que venga engarzado en una joya es siempre una piedra, sin analizar si su origen pudiera ser animal o vegetal.

Las gemas derivadas de animales y plantas se conocen como gemas orgánicas o gemas fósiles. Incluyen el ámbar, el azabache, el coral, el marfil, las perlas y la concha. No son tan duras ni tan densas como las piedras preciosas: tienen una dureza de 4 o menos en la escala de Mohs y una densidad de entre 1,04 (como el ámbar) y de 2,78 (como las perlas).

Estos materiales han sido muy apreciados durante miles de años debido a su belleza. Por ejemplo, se han encontrado perlas y ámbar en tumbas antiguas que datan del 2000 A. C. Hubo hallazgos de piezas de coral rojo en la Mesopotamia del 3000 A.C. Los antiguos romanos también tenían este material en muy alta estima.

En este primer artículo vamos a describir algunas de las características más importantes del ámbar, el azabache y el coral.

 

Ámbar:

Es una resina vegetal fosilizada con millones de años de antigüedad. Desde tiempos remotos llegaba al Mediterráneo, procedente del mar Báltico, a través de las denominadas “rutas del ámbar”. Homero la llamó élektron, vocablo que ha dado origen a la palabra electricidad (por la propiedad que tiene de electrizarse negativamente por frotamiento). Plinio la denominó succinum, a causa de su procedencia de los jugos de los árboles. Su nombre actual deriva del árabe anbar, palabra que se refiere a otra sustancia, el ámbar gris, producto resinoso que se forma en el intestino de los cachalotes.

El ámbar se compone de una mezcla de resinas fósiles exudada por diversas especies de coníferas, ácido succínico y aceites volátiles, que se formaron en grandes bosques durante el eoceno y el oligoceno, transformados hoy en depósitos de carbón. Su cristalización es amorfa. Su aspecto es de nódulos, láminas, costras, granos, gotas o diseminados, con un brillo resinoso, de transparente a traslúcido.

Es frecuente que contenga pequeños restos vegetales y animales, especialmente insectos arborícolas. Su color va del amarillo miel, rojo o pardo, hasta a veces azul o verdoso.  Al quemarse despide un olor agradable.

El ámbar se encuentra en localidades como el Mar Báltico, el Mar del Norte, Polonia, Sicilia, Rumania, Myanmar, República Dominicana, Canadá y Chile.

Azabache:

El azabache es un material que proviene de los yacimientos petrolíferos. Deriva de un grano fino formado a lo largo de millones de años a partir de árboles podridos y comprimidos, de manera similar al carbón. Puede contener fósiles de animales extintos, tales como la amonita. Contiene un 75% de carbono, y el resto de oxígeno, azufre, nitrógeno y ciertos hidrocarburos. Su densidad es de 1.3. A diferencia del ámbar, el humo del azabache bajo fuego produce un olor desagradable.

Este carbón fósil fue muy utilizado hasta el siglo XIX por la hermosa patina negra que adquiere al frotarse. En su forma original es opaco, de color negro intenso con rayas pardas oscuras, y al ser pulido alcanza gran brillo. También se le conoce como el ámbar negro. A diferencia del carbón, es resistente y es susceptible de pulimentar.

Históricamente se le han atribuido propiedades de amuleto de protección, muy frecuentemente utilizado en joyas para miembros de la realeza o brazaletes para niños pequeños

Sus yacimientos se han encontrado en España, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Venezuela y Hungría.

 

Coral:

Es un material de origen orgánico, un esqueleto de carbonato de calcio, formado por colonias de pequeños animales de cuerpo blando que proliferan en aguas tropicales o subtropicales de los mares templados y cálidos, entre los cincuenta y doscientos metros de profundidad.

Su nombre deriva del latín corallium, y del griego korállion. Hasta inicios del siglo XIX se creía que el coral tenía un origen vegetal, por su apariencia de pequeño árbol submarino. Ahora sabemos que tiene origen en el reino animal, como depósitos de esqueletos ramificados de animales que viven en colonias plantadas en el lecho marino.

Los esqueletos de los corales varían en color: de brillante a rojo oscuro, ligeramente rojo anaranjado, rosa y blanco. Su textura se caracteriza por tener diferentes grados de  translucidez y por la disposición de las rayas de color en forma transversal o longitudinal en las ramas.

La gama de colores, desde negro a azul a crema a rojo, se debe a diferentes condiciones de crecimiento y contenido orgánico. Este soporte calcáreo de los pólipos coralíferos en colores rojo rosa y rojo vivo se utilizaron desde hace mucho tiempo con fines ornamentales para tallar estatuillas de las más caprichosas formas.

Los bancos de coral se encuentran en el Mediterráneo, a lo largo de las costas de China, Vietnam, Indochina, Japón y Filipinas, así como en los archipiélagos del Océano Índico. Las colonias de coral ocupan grandes áreas, especialmente en el Pacífico, pero también cerca de la costa de África del Sur, en el Mar Rojo y al este de Australia.

Actualmente, los bancos de coral están protegidos. Su extracción y comercialización está prohibida en la mayoría de países. Lastimosamente, el calentamiento global ha tenido un efecto directo en cómo se ha degradado su coloración, así como en su paulatina desaparición.

 

Síguenos en:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× ¿Cómo puedo ayudarte?